Han pasado 22 años desde que Roxy salió de Ciudad de México con una maleta y cruzó la frontera para Estados Unidos. Escapó de la violencia estructural, del narco, del gobierno. Decidió irse con su novio de ese entonces —que ahora es su esposo— después de que a él lo secuestraran en México. Migraron por el miedo de que algo así volviera a ocurrir. Llegaron a California y se quedaron en Los Ángeles; ahí formaron su nuevo hogar. Roxy tiene 41 años, una hija de 21 años y dos gemelos de 18. Ella aún sigue luchando por su regularización en ese país del norte. Ha trabajado en limpieza y manutención de inmuebles desde que llegó a California, pasando por contratación boca a boca, diversas agencias, sitos de publicidad web y distintas apps. Sus dos décadas de anécdotas de trabajo muestran los cambios del mercado laboral de cuidados en Estados Unidos y, sobre todo, la tecnificación y competencia capitalista frente al trabajado remunerado del hogar.
Una de las primeras experiencias que nos relata en el área de limpieza fue entre 2004 y 2007, cuando trabajaba para una agencia de limpieza de casas de playa en Venice Beach. Un día llegó con otra compañera a limpiar una casa y mientras quitaba el polvo de las estanterías de la cocina, encontró una pistola. Ambas se quedaron muy asustadas.
Yo abrí el cajón de las cucharas y encontré una pistola. Entonces, agarro y voy y le pongo seguro a la puerta. Solo había una puerta para entrar y salir. Le dije a mi compañera: hay que cerrar porque van a venir por ella y nos dio miedo.
Acto seguido, Roxy llamó a la supervisora de la agencia y trató de explicarle la situación: “yo hablaba poquito inglés y ella poquito español, entonces le dije que ‘había una gun en un apartment’”. La supervisora le indicó que dejara la pistola en el cajón y que se fueran del lugar inmediatamente. “Ahí fue cuando dije ya no más, ya no quiero este trabajo, no quiero poner en riesgo mi vida, y por tan poquito dinero”. Fue así que dejó de laborar con esa agencia de limpieza y, al poco tiempo, ingresó a Craigslist —sitio web de anuncios clasificados—. Con Craigslist trabajó más de ocho años.
Adentrándonos en las experiencias de Roxy en la economía de plataformas, ella ha trabajado con diferentes apps de limpieza, entre ellas: JAN-PRO y Care. En ninguna de las apps en las que Roxy ha trabajado las compañeras trabajadoras remuneradas del hogar pueden calificar a las personas clientes; tampoco dejarles comentarios. No obstante, las personas clientes sí las califican y sí dejan comentarios en sus perfiles que son públicos. Para Roxy, esta forma de calificación de las apps es injusta. Además, varias veces las personas clientes las califican mal por razones subjetivas y prejuicios, como su nacionalidad, y no por el trabajo que ellas desempeñan.
“Quisiera calificar a los clientes. Una también ponerles estrellitas y decir ‘cuidado con esta persona porque esto me pasó con ella’”. Roxy nos cuenta esto de forma insistente, porque las apps no dejan que las trabajadoras remuneradas del hogar estén en contacto entre sí. Entonces, ellas no cuentan con ninguna forma de alertar a otras de si un cliente es acosador, discrimina, es racista, etc. Por eso, Roxy demanda que ellas, como trabajadoras, también puedan dejar comentarios y calificar a las personas clientes.
Una de las barreras que enfrenta Roxy y muchas trabajadoras migrantes es la lingüística. Su manejo del inglés en ocasiones es bajo o intermedio y esto genera tensiones con las personas clientes.
Nos ven como ignorantes por el acento, porque una no habla muy bien el inglés. A veces ellos [las personas clientes] pues no hablan español y se frustran porque piensan que uno no les entiende o algo… Yo entiendo un poquito de inglés, pero mi hermana no fue aquí a la escuela ni nada, y no entiende nada. Con ella es más problema; entonces, yo le digo que tome una foto si hay algo mal y yo ahorita le mando un mensaje al cliente y le digo lo que pasa y así.
Estas barreras muchas veces también son discriminación, racismo, xenofobia. No son solo dificultades, son dolores. Es el encuentro y desencuentro entre varias formas de opresión; es el encarnar subjetividades fronterizas en palabras de la chicana Gloria Anzaldúa.
Algunas apps de limpieza en EE. UU. piden que las trabajadoras sean ciudadanas. Otras solicitan la residencia y otras, el número de seguridad social. Pero el control no es muy estricto, la necesidad de trabajar apremia y hay muchas trabajadoras irregularizadas laborando con las apps. Como dice el lema, “estamos en todas partes” y las migrantas están en las apps también.
Muchas de estas empresas de plataformas ofertan lugares grandes de limpieza, como oficinas y casas de muchos pisos. Entonces, si las trabajadoras “ganan” esa oferta, deben contratar a más gente. Es decir, las apps no les asignan turnos sino que ellas deben competir para ganar un trabajo. En la mayoría de los casos, ellas subcontratan a personas en proceso de regularización o irregularizadas para tener precios competitivos y ganar las ofertas. Aparte, las compañeras contratan a sus familiares, gente de su comunidad, otra gente migrante para darles una mano.
La app dice que si uno necesita contratar personas para que le ayuden, tienen que estar legal en este país; entonces, ahí se mete uno en problemas porque no es verdad. Yo, por ejemplo, estoy apenas en proceso de arreglar.
El sueño de Roxy es tener su propio negocio de app. Una app que pague un precio justo, que dé seguro de accidentes a las trabajadoras, que se preocupe por el bienestar de las compañeras y piense en los productos de limpieza que se utilizan en el trabajo.
Quisiera tener mi propia app y ayudar a empleadas domésticas a que tengan aseguración y consigan trabajos. Hacer flyers bonitos, business cards bonitos y tener cartas de recomendación. Todo bien para que ellas no batallen como yo batallé, ¡que no sufran tanto!
Roxy menciona que los productos que las personas clientes tienen para la limpieza de oficinas y casas, la mayoría de veces, son muy tóxicos. El uso de estos afecta a la salud de las trabajadoras y también al medio ambiente.
Yo quiero usar líquidos que no hagan daño ni a nosotras ni al cliente. Yo lo que siempre les digo cuando voy a una oficina y veo líquidos comerciales es “oh, to be honest, ser honesta, I don't like this kind”. A veces pido baking soda y vinagre.
Dentro de su app soñada, Roxy quisiera ofrecer productos de limpieza orgánicos, una marca de productos que acompañe el quehacer de las tareas de limpieza… Más que horizontes lejanos, las propuestas de Roxy son estrategias claras de cómo mejorar las apps. Son cambios que contemplan la vida digna para las trabajadoras remuneradas del hogar y, a su vez, que se comprometen con formas más conscientes y respetuosas de producción/consumo/acción/relación con la naturaleza y el planeta.
Ilustraciones: Mar Rivera | @mar___rivera